Ya se empezaba a olvidar el pasado apagón del día 28 de abril que dejo a toda la peninsula ibérica sin energía y que ocasionó tantas perdidas económicas y también vidas humanas, pero que sobre todo nos metió el miedo en el cuerpo, al ver la verdadera vulnerabilidad en la que vivimos.
Ahora REE hace sonar las alarmas, el sistema sigue siendo vulnerable y no se descartan nuevos apagones, ya no se trata de si volverá a ocurrir o no, si no de cuando será el siguiente apagón. Por lo que pide a la medidas urgentes.
Un sistema al limite
Desde abril, el operador del sistema ha implementado un “refuerzo operativo” para prevenir nuevos incidentes. Sin embargo, como ha reconocido ante la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), este refuerzo no está siendo suficiente para garantizar la estabilidad.
En las últimas semanas, Red Eléctrica ha detectado variaciones rápidas de tensión en la red que, aunque se mantienen dentro de los márgenes legales, podrían provocar desconexiones en cadena de generación o demanda y desestabilizar el sistema eléctrico.
Las causas están en la profunda transformación del mix energético:
- La expansión del autoconsumo ha reducido la demanda en transporte, descargando las redes y haciendo más bruscos los cambios de tensión.
- La creciente presencia de renovables conectadas mediante electrónica de potencia puede variar su potencia en segundos, alterando el equilibrio del sistema.
- Y las centrales convencionales, con su respuesta más lenta, no siempre logran compensar a tiempo.
Para resumir esto podríamos decir que la transformación energética avanza a un ritmo cien veces superior al de la adaptación del sistema eléctrico, lo que deja a España en un riesgo constante de apagones.

Las fechas más peligrosas
El apagón de abril no fue casualidad. Se produjo en un momento con varias características que, combinadas, generan un cóctel peligroso: temperaturas suaves, baja demanda industrial, alta penetración renovable y poca inercia en la red.
Si analizamos las curvas de demanda y generación, estos patrones pueden repetirse en momentos muy concretos del calendario, pero también patrones nuevos que vuelvan a pillar desprevenido al operador del sistema.
Navidad y festivos:
Un invierno templado con muchos festivos locales y nacionales y alta penetración renovable, puede ser un escenario atípico para el operador y con ello puede resultar en nuevas tensiones o incluso en cuando será el próximo apagón en España.
Aunque este escenario es más complicado que ocurra ya que en estas épocas del año debería contar con un respaldo mayor gracias a las centrales de agua.
Borrascas y anticiclones:
Cambios bruscos en lluvias, vientos y solar, aunque esto no es un escenario que el operador no esté acostumbrado a gestionar, debido a la poca generación de apoyo de la que dispone, puede ocasionarle algún problema que otro, porque si las previsiones fallan y no dispone de la capacidad suficiente y suficientemente rápida para gestionarlo se verá en serios aprietos.
Primavera de 2026: el déjà vu del gran apagón
No sería extraño que, en finales de marzo o abril del próximo año, el sistema vuelva a enfrentarse a condiciones muy similares a las de 2025. Temperaturas agradables, alta generación renovable y demanda contenida podrían crear el caldo de cultivo para un nuevo gran apagón.
En todos estos escenarios, la combinación de baja demanda y alta generación intermitente tensiona el sistema hasta límites críticos. Y si a eso se suma una falta de capacidad de respuesta rápida, el riesgo de desconexiones masivas es real.
El gas, la solución provisional que encarece la luz
Para evitar que el sistema colapse, Red Eléctrica está recurriendo cada vez más a centrales de gas para estabilizar la red y mantener el control de tensión.
Este uso intensivo del gas plantea un doble problema. Por un lado, nos devuelve a una dependencia energética exterior que la transición renovable pretendía reducir. Por otro, encarece los costes: el precio de estos servicios de ajuste acaba trasladándose al recibo eléctrico, reduciendo la competitividad y elevando la factura para hogares y empresas.
En otras palabras, estamos compensando las debilidades del nuevo sistema renovable con herramientas del viejo sistema fósil, un equilibrio ineficiente y caro que no puede sostenerse a largo plazo.
La transición energética
El riesgo de nuevos apagones no es un fallo puntual ni un accidente aislado. Es la consecuencia directa de un sistema que no se ha adaptado todavía al nuevo mix energético. Las renovables son imprescindibles para descarbonizar la economía, pero su integración masiva requiere redes más inteligentes, almacenamiento, control de tensión distribuido y mecanismos de flexibilidad más sofisticados.
Hasta que estas soluciones estén plenamente desplegadas, España seguirá caminando sobre una cuerda floja. Y en esa cuerda, las fechas festivas, los inviernos suaves o las primaveras templadas no son simples detalles del calendario: son avisos de cuándo podría llegar el próximo gran apagón.
En conclusión Red Eléctrica ya ha encendido las alarmas. Los problemas de tensión están aquí y los parches actuales no bastan. Si no se acelera la modernización del sistema, es probable que volvamos a ver un apagón antes de que acabe el invierno… o, cuando menos, en la próxima primavera. Y esta vez, no podremos decir que no estábamos avisados.